sábado, 12 de septiembre de 2009

Corsarias

En la historia también hubo mujeres piratas. Jeanne Clisson se hizo corsaria para vengar la muerte de su marido, Mary Read y Anne Bonny fueron condenadas aunque se defendieron hasta la muerte.

JEANNE DE CLISSON

Casada con un conde bretón y madre de dos hijos su vida transcurría cómodamente hasta que Felipe VI acusó a su marido de alta traición y lo mandó decapitar. No esperó a que sus hijos crecieran para consumar la venganza, se acercó a Eduardo III, deseoso de apoyar a quien pretendiera perjudicar al rey francés (en plena guerra de los Cien años), que le dió tres barcos y tres patentes de corsario.

Pronto se ganó el sobrenombre de la Leona Sanguinaria y se convirtió en la pesadilla de Felipe VI. Sus abordajes eran legendarios, los testigos explican que sus naves eran negras, las velas del color de la sangre y que la viuda no tenía piedad. El rey ordeno su búsqueda, y la lucha entre militares y corsarios duró horas hasta que los corsarios se rindieron.

Clisson escapó en una pequeña embarcación con sus dos hijos, durante días navegó a la deriva sin agua ni alimentos. El niño más pequeño murió y el mayor con el tiempo acabaría convirtiéndose en aliado de los asesinos de su padre.

4 comentarios:

  1. !INTERESANTISIMOOOOOOOOOOO!

    !Vaya que BIEN, a las MUJERES hay que respetarlas tambien....KARAMBAAAAAAA!

    !Gracias por la info!

    Mad

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  2. En la Antigüedad, el Mediterráneo y el mar del Norte fueron escenarios clásicos de la actividad corsaria. Muchas sociedades, con sus reyes y reinas, vivían de la agricultura, del comercio y... de la piratería. En el siglo V a.C., Herodoto hace referencia a la reina y corsaria Artemisa I de Halicarnaso, que se alió con Jerjes II en Salamina para luchar contra los griegos. De ella diría el rey persa que era la mejor de sus capitanes. Al mando de las galeras de su reino, Caria (Asia Menor), Artemisa usaría estandartes griegos o persas en función de sus intereses. Un siglo después, una tocaya suya, Artemisa II de Halicarnaso, además de ordenar la construcción del famoso Mausoleo, que figuró entre las Siete Maravillas de la Antigüedad, sería conocida por emplear las tácticas más rudimentarias de la piratería para luchar contra sus enemigos

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  3. No menos célebres fueron los piratas ilirios, pueblo indoeuropeo que se estableció, sobre todo, en la costa oriental del Adriático, cuya economía se basaba en gran parte en la actividad pirática. Uno de sus más famosos miembros fue una mujer, la reina Teuta, del siglo III a.C., viuda del rey Agrón de los ardiaei –etnia iliria–. Su reino se extendía desde la actual Split, en la costa dálmata, al Epiro, en el extremo noroccidental de Grecia. Teuta organizó excelentemente sus recursos corsarios contra otros piratas ilirios y contra las costas griegas –conquistó la isla de Corfú– e itálicas, hasta que en 229 a.C. los romanos pusieron fin a sus andanzas.

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  4. En el siglo XIX, la piratería se extinguió en Europa, pero continuó una forma de filibusterismo en Latinoamérica. En éste oficio se mezclaban hombres y mujeres, simples bandidos, negreros, mercenarios, inmigrados y exilados, muchos al servicio de latifundistas, de potentados locales e incluso de repúblicas de reciente cuño. Algunos autores meten en este saco a Anita, la mujer del italiano Giuseppe Garibaldi, mercenario patriota y parece ser que también pirata durante un tiempo, que vivió en los años 40 del siglo XIX. En la lista aparece María Cruz, negrera lisboeta de la primera mitad del mismo siglo, y Vanda, la extraña compañera rusa de un curioso ex cura y semipirata, tal vez colombiano de origen español, Domingo Muñoz. En sus aventuras se mezcla la piratería con las religiones africanas de los esclavos huidos que habían formado comunidades cimarronas independientes.

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