lunes, 18 de abril de 2011

17 DE ABRIL DE 1797 La invasión británica a Puerto Rico

                     17 DE ABRIL DE 1797 
           LLEGARON LOS INGLESES

á las seis de la mañana se avistó un convoy compuesto de buques de guerra y velas al parecer de transporte, pero se ignoraba el número, calidad de los barcos y nacion á que pertenecieran, bien que hallándose la España en guerra con Inglaterra, y por las noticias que se tenian en la plaza é Isla de un ataque proyectado contra ella, se receló desde luego que era escuadra enemiga. A poco tiempo se comprendiò que era asi por las maniobras y movimientos de los buques que se mantuvieron sin enarbolar el pabellon.



Inmediatamente fueron convocados todos los gefes de la plaza y con presencia del plan de defensa que anticipadamente tenia formado su Gobernador, se conferenciô en junta de guerra, pasaran todos al Castillo del Morro á reconocer la escuadra y fueron en seguida á ocupar los puestos que les estaban señalados. Se tocó la generala, y se hizo distribucion proporcional de toda la guarnicion en los Castillos, fuertes, baterías y en los demas puestos de las obras interiores y esteriores de la plaza.

Fué provisto de armas el paisanage alistado,
colocándolo en los puestos convenientes. Se habilitaron y colocaron tambien en los sitios que estaban detallados los cuatro gánguiles, dos pontones y doce cañoneras armadas y tripuladas, bajo la direccion del capitan de fragata D. Francisco de Paula Castro. Un cuerpo volante proporcionado al número de la guarnicion con cuatro cañones de campaña al mando del Teniente coronel D. Isidoro Linares, salió de la plaza con el fin de impedir el desembarco de los enemigos. 

A los gefes de línea se les comunicaron las correspondientes instrucciones. A los pueblos se pidieron las compañias de caballería y las urbanas, dandoles órdenes para que acudiesen á la plaza. Todos los puestos del recinto, obras esteriores y avanzadas se proveyeron y reforzaron con armas, municiones, útiles y demas efectos necesarios para la defensa. 


A los individuos de las maestranzas de Artillería é ingenieros, se les mandó pasar á sus respectivos destinos para los trabajos y ocurrencias necesarias, y al Guarda-almacen se le previno se mantuviese dia y noche en el parque general para que suministrara los efectos que se pidiesen. Tambíen se espidieron órdenes para que concurriesen de la Isla con todos los frutos de ella para la subsistencia de la guarnicion, y se publicó por bando la salida de las mugeres, niños y viejos, quedando solo en la plaza los útiles para tomar las armas. Las mas activas y eficaces providencias fueron adoptadas para introducir en la ciudad la polvora que habia en los almacenes de fuera, depositándola dentro y en buques destinados al efecto en bahia.

Como á las diez de la mañana de dicho dia se confirmó por las maniobras de la escuadra que era inglesa, y su objeto el desembarco de tropas en las playas de Cangrejos,
donde empezaron los buques de transporte á dar fondo en la última de ellas ó ensenada inmediata al sitio de la Torrecilla. Con este conocimiento, se destinaron inmediatamente trabajadores con los ùtiles y efectos necesarios para formar una línea de defensa en el trincheron, y el ingeniero D. Ignacio Mascaró pasó á formar una batería en el seboruco de Barriga para defender el paso de la laguna al caño del puente de Martin Peña, debiendo formar escollera y retirándose en el caso de no poder verificar su intento.

A la entrada del puerto se situaron dos pontones, dos de los gánguiles se destinaron al caño de Martin-Peña para defender el paso del puente, y los otros dos quedaron en defensa del puente de S. Antonio; cada una de estas baterías fiotantes constaba de dos cañones de á 16.
Las cañoneras se emplearon unas en auxiliar los gánguiles y pontones y otras quedaron dispuestas para acudir donde la necesidad lo exigiese. El Ilmo. Sr. Obispo se presentó inmediatamente al Capitan General ofreciendo cuanto tenia, y todos los eclesiásticos, para el servicio de S. M. y defensa de la religion. Igual ofrecimiento hicieron las comunidades de Sto. Domingo y S. Francisco, y los Misioneros transeuntes que habia en la Ciudad. De todo el cuerpo eclesiástico se nombraron capellanes que pasaron á los castillos, puestos de la guarnicion y hospitales de sangre. Se formaron estos dentro y fuera de la plaza con todo lo necesario y profesores, y lo mismo se hizo respecto del campo volante, y en el hospital se practicò iguál medida. Las MM. Carmelitas salieron de la Ciudad con el mayor decoro, y su convento, el de religiosos y varias casas particulares quedaron listos para que sirviesen de hospitales y cuarteles.
No se observó otro movimiento en la escuadra enemiga que haber destacado dos fragatas con su mosca, con el objeto al parecer, de bloquear el puerto á cuya vista se mantuvieron bordeando; el resto de la escuadra entrò en la ensenada y fondeó inmediata á los trasportes, quedando un navío fuera como en descubierta.
En la noche del 17 al 18 entró en la plaza la compañia de Caballería de Bayamon y Guainabo, y se destacaron 40 hombres de ella á reforzar el campo volante. En la madrugada se sintiò un fuego bastante vivo de la escuadra que se conocia era en proteccion del desembarco, como efectivamente así sucedió.

Relato tomado de "Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la isla de Puerto Rico" Tomo 3, escritas por Don Pedro Tomás de Córdoba en la década de 1830.

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